Este itinerario circular consta de una atractiva ascensión por el camino de Mont-Reials y una bajada por el de Rocafort, enlazados por un tramo del camino de Castelló. Ambos recorridos se cuentan entre los senderos empedrados más elaborados de toda la Serra de Tramuntana, además de constituir una de las rutas que mejor define el paisaje del valle de Sóller.

El punto de partida comienza a la altura de la gasolinera que une Sóller con su puerto (km 30,6) y a escasos 10 minutos del centro de Sóller. A unos cientos de metros a la izquierda podemos completar esta ruta visitando el Museo Balear de Ciencias Naturales, así como el anexo Jardín Botánico de Sóller.

Desde la gasolinera, al otro lado de la carretera, comienza una vía asfaltada y señalizada como camino de Es Rost, por el que debemos internarnos. El asfalto deja paso a la tierra y atravesamos el torrent de Cinc Ponts o de Mont-Reials gracias a unas piedras que nos sirven para cruzarlo. En mitad de un olivar, el camino reaparece ahora con un empedrado excelente, con escalones y delimitado por bancales y muros. Superando la vía del tren por encima de uno de sus túneles inmediatamente localizamos la desviación por la que hay que seguir.

El camino de Es Rost prosigue recto, mientras que nuestra ruta describe una curva a la izquierda por el camino de Mont-Reials. Una vez en este camino seguimos ganando altura, dejando atrás dos barreras y flanqueando, nuevamente, las vías del tren. Rodeamos las casas de Mont-Reials, siendo nuestras próximas metas otra tapia y otro camino de carros, además de un cobertizo.

Finalmente se converge en el camino de Castelló. Girando a la izquierda seguimos por este trayecto hasta encontrar el camino de Rocafort. En esta zona se transita tanto por tramos asfaltados como por otros de herradura. Un cartel nos indica que comienza el camino de Rocafort, que describe algunas curvas al inicio de la empinada bajada. Aquí podemos contemplar el espectacular paisaje de Sóller y de casi todo su entorno.

Perdemos altura rápidamente y de nuevo cruzamos las vías del tren, esta vez a través de un puente de piedra de dos ojos, con un arrimadero de hierro. Los olivos van dejando paso a los cítricos, y el camino pasa a ser asfaltado, concluyendo en pocos minutos en el mismo punto donde se había iniciado esta atractiva ruta.